Era una noche más en Buenos Aires, el frío de invierno calaban mis huesos, la bufanda dejaba pasar el váho de mi boca y se perdía con el viento helado; las calles estaban congestionadas, la lluvia se acercaba y la gente andaba con premura para poder resguardarse del aniego. Salí a la avenida Santa Fé, me paré a un lado de la acera y llamé un taxi. Todos los taxis pasaban llenos, y es que, la gente estaba con prisa de llegar a casa antes de la lluvia- aparte por supuesto de que era hora punta- y todos salían de trabajar.Caminé un poco más y conseguí que se aproximara uno, procedí a correr para alcanzarlo y al llegar me topé con ella. Llevaba el cabello hasta los hombros, tenía la piel tan blanca que resaltaban sobre el sacón negro, unos labios rojos -que por cierto no llevaban maquillaje-, y al lado de esos labios lo que más logró llamar mi atención: un. lunar. Tenía la boca abierta de la impresión y resolví en cederle el taxi. Ella me miró, sus ojos decían: "Hola, pero me tengo que ir". Gracias-dijo. y subió al taxi, me quedé parado viéndola partir, ella volteó y miraba por la ventana trasera y la lluvia empezaba a caer. Corrí hasta la cornisa más cercana y me resguardé.(..)Abrí la puerta y entré; rápidamente me cambié, preparé un café y empecé a pensar en ella. Había logrado trasladarme de los quehaceres del trabajo a pensar en la sombra oscura que había dejado ella y su lunar. Al dia siguiente decidí encontrarme con ella con premeditación, fui al paradero y a la hora exacta que topé con ella. Esperé parado y seguí esperando y seguí. No apareció. Con las emociones deshechas caminé hacia mi departamento, esquivaba calles, autos, personas y mi mente esquivaba todo sólo por tenerla a ella llenar mis pensamientos. (...)caminaba por la avenida Marcelo T Alvear, la noche se hacía fría, la niebla cubría completamente el parque. Empecé a cruzar el parque como si fuera una espada que cortaba el manto de neblina en ella, apenas podía ver más allá de mi nariz y alguien lloraba. ¿Alguien lloraba? me acerqué guiado por el sonido del llanto -aunque ahora pienso que fui guiado por el olor a belleza-, estaba ella, la misma mujer de aquella noche, la misma del taxi, la misma piel blanca, la misma del lunar cautivante.
-¿Por qué lloras?-dije.
-Vete no te interesa-contestó.
-Tal vez puedo ayudarte en algo-insistí.
-No puedes y déjame en paz-respondió furiosamente.
Sabía que si seguía preguntando se pondría peor y atiné a abrazarla con tanta que fuerza que a un inicio se resistió, pero luego fue quedandose tan tranquila como una niña en el regazo de su madre. Se calmó en mis brazos, se durmió en ellos y yo junto a ella el la banqueta de aquél parque. Ese día y hasta ahora puedo asegurar que ese día no solo fue el lunar que me cautivó sino que ella misma seconvitió en un lunar dentro de mi corazón.
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